El Corpus Ignaciano se refiere al conocimiento de Dios proponiendo la afirmación de que conocer a Dios es Jesucristo (Ign. Ef. 17,2a). Si bien esta afirmación se ve cualificada en otros pasajes (Ign. Rom. 8,2b), no es claro inmediatamente cómo es que Jesús es el conocimiento de Dios. Es decir, no es claro si el conocimiento de Dios trata de escuchar a Jesús, mirar y seguir su ejemplo, o si conocer a Jesús es conocer a Dios porque Jesús y Dios son uno, lo que implica que conocer uno es conocer el otro. La tesis de este ensayo es que, para Ignacio, Jesucristo es el conocimiento de Dios, porque él revela en su vida y proceder, hasta su muerte, los propósitos de Dios. Recientes acercamientos a los estudios epistemológicos de los textos del Nuevo Testamento sugieren que es necesario tratar el tema de conocimiento enfocándose en los lexemas que expresan dicho tema o concepto. Ese ejercicio permite ordenar y categorizar los distintos usos y da claridad sobre cómo se entienden los distintos tipos de conocimiento. Aplicando el trabajo de Ian W. Scott, se sugiere que Ignacio trata por lo menos cuatro tipos de conocimiento: conocimiento del mundano (conocimiento que se aprehende por observación de fenómenos de la esfera pública); conocimiento teológico (conocimiento sobre Dios, que requiere que Dios se revele a sí mismo); conocimiento ético (conocimiento sobre cómo comportarse como miembros de la iglesia); conocimiento experiencial (conocimiento que no implica concepción de un objeto, sino que tiene que ver con saber algo por experimentarlo). Es una aplicación de esta taxonomía a Ignacio lo que revela que, al hablar de conocimiento de Dios o conocimiento teológico, Ignacio se concentra en Jesús y que Jesús es el revelador de los propósitos de Dios en su muerte y los eventos de su vida.